A DEFENDER NUESTRA DIVISA Por Capitán Crunch
Para un hincha regiomontano, toda la semana del clásico es diferente. En todas partes se habla del derby que paraliza a toda la ciudad de Monterrey y su área metropolitana. Llega el sábado, y uno se despierta con un sentimiento diferente, este día es el más esperado desde el inicio de cada torneo. Te aseguras de primero poner tu pie derecho en el piso, tu playera del Monterrey ya fue preparada desde la noche anterior, puesta ahí sobre los cajones de tu ropa. Esa playera, la que tantas personas han defendido, sufrido, gozado a través de los años. Te pones la playera, y piensas “este será un gran día”. Sales de tu cuarto y lo primero que haces es ir por el periódico que aun se encuentra afuera de tu casa. Lo ojeas primero para ver que contiene; después lees las notas más interesantes sobre Rayados.
Tomas tu desayuno y te vas a ver la tele a tu cuarto. No puedes dejar de pensar en el partido. Llega la hora de la comida y todos en tu familia hablan sobre el clásico, tu padre se va a juntar con sus amigos a verlo en algún bar, tu madre muy probablemente sólo lo va a seguir por radio, ya que tiene cosas que atender en la casa. Tu hermano menor aun es muy pequeño para ir al estadio, pero él se muere de ganas de ir, de verlo, de desbordar su alegría en el Tec.
Finalmente son las 2:30 p.m. Es hora de irte para la cancha. Tomas el dinero para el camión, tu abono, y tu playera que no puede faltar. El camino al estadio es diferente. En el trayecto vez muchas playeras de ambos equipos, muchos carros con sus banderas en las ventanas, camiones repletos de aficionados que van emocionados al estadio.
Después del tráfico por el congestionamiento que genera el clásico llegas al estadio, a tu segunda casa, al lugar donde has tenido memorables alegrías. Te formas en la misma puerta por la que siempre entras, es tu cábala. Entras al estadio, y lo primero que haces es ver la cancha, el pasto verde. Te quedas ahí mirándolo. Ahí se definirá todo. Vas a tu acostumbrado lugar, te encuentras a varios amigos que gracias al Monterrey conociste y te reúnes con ellos. Te sientas y esperas con ansia que inicie el partido. Ves el típico desfile de patrocinadores, como siempre; no alcanzaste a agarrar algún souvenir. Para ir arrancando motores pides tu primer cerveza.
Los Rayados saltan a la cancha a calentar y se oyen los aplausos, necesitan todo el apoyo posible. Vez a aficionados felinos en tu cancha y no puedes dejar de reír al ver como les echan la famosa “carrilla” y la mayoría de la gente les grita “¡Fuera! Fuera!”. Sigues viendo el calentamiento, esta “Chuy”, Erviti, Suazo, “Lucho”, el “Cacha”, Baloy, todo el plantel completo entrenando. Al menos no tendrán bajas para este encuentro.
Finalmente termina el calentamiento y los jugadores se van hacia los vestidores. La gente se empieza a ponerse de pie, empiezan los cánticos de La Adicción. Se escuchan las porras de Preferente y Numerado. Salta el equipo a la cancha y es una algarabía total. La Adicción entona fuertemente “¡Señores yo soy Rayado y tengo aguante!”. Se lanzan miles de papelitos, ni si quiera se alcanza a ver la gente. Se siguen escuchando porras por todo el estadio, gritos de apoyo de toda la afición. El sonido local anuncia la alineación de los Tigres y se escucha un sonoro abucheo. Nombre por nombre del equipo rival es abucheado como nunca, ellos sienten ya la presión de la tribuna. Se hace el respectivo volado para elegir el lado de la cancha, Jesús Arellano gana el volado. Se toma la foto que nunca aparece, los equipos se reúnen en su respectiva área. Solo ellos saben lo que se dice en esos minutos previos al partido. Están listos. Los jugadores toman sus respectivas posiciones, cantas con todas tus fuerzas, oyes el silbatazo inicial, alzas tu cara al cielo persignándote. “Este es el gran día”. Continuará…